Juan Carlos Torres pasó la mayor parte de su vida sacándole brillo a miles de zapatos de diferentes formas y tamaños. Y aún hoy, a sus 66 años, continúa ejecutando este noble oficio que desarrolla con pasión y destreza.
Sentado solo en un banco de un rinconcito del edificio de la Legislatura de Córdoba, siempre que hay sesiones ordinarias espera a los clientes habituales y a otros nuevos que demandan sus servicios. Se acomoda en el primer piso junto a las columnas cercanas a la oficina donde funciona la Secretaría de Coordinación Operativa y Comisiones. Allí despliega su arsenal de elementos para brindar, por un precio módico, el mejor trabajo.
Transitar por los pasillos, oficinas y salas de la Unicameral después de haber pasado por su sesión de limpieza ya no es lo mismo: los zapatos relucen a metros de distancia y hasta mejora el semblante de quienes los llevan puestos.
Juan Carlos es uno de los lustradores más conocidos en la ciudad de Córdoba y es un fiel exponente de este oficio desde hace décadas. La Legislatura tiene la suerte de contar con su presencia periódica y muchos de quienes se desempeñan en esta institución, como también los visitantes ocasionales, concurren gustosos a poner el pie en el cajoncito de su puesto móvil.
Además de quedar con el calzado resplandeciente, sus clientes también suelen llevarse consigo alguna linda anécdota, comentario o historia de este hombre nacido y criado en barrio San Vicente.
“En la Legislatura es donde más trabajo tengo, mucha gente se viene a lustrar los zapatos; y dependiendo del horario de las sesiones y las reuniones previas, a veces empiezo a la mañana y otras veces a la tarde; paso muchas horas acá”, comenta.
Cada miércoles se instala con una caja que contiene cepillos, pomadas, betún, tintas, gamuzas y demás insumos indispensables para dejar impecable el calzado de turno.
“Tengo mi lugarcito fijo, pero también suelo ir por otros pisos de la Legislatura”, dice Juan Carlos. “¡Una vez me sorprendí y tuve casi 60 clientes en un solo día! Pero lo normal son 30-35 clientes y, por lo general, varones”, confiesa.
Además, señala que ejecuta su trabajo “con mucho respeto” y especial cuidado para que sus clientes se vayan satisfechos.
De la República de San Vicente
Sociable, afable y sensible, Juan Carlos Torres es un cordobés de pura cepa. Nació en 1957 en inmediaciones de villa La Maternidad, en el popular barrio San Vicente.
Empezó a lustrar zapatos cuando tenía 9 años, para ayudar a su mamá. El primer lugar donde trabajó fue el ferrocarril Mitre. En los años siguientes se desempeñó en la plazoleta San Roque, sobre calle San Jerónimo, y en varios hoteles y bares de la calle San Jerónimo.
“Tenía muchos clientes por entonces, fue una mejor época para lustrar que esta de ahora”, sostiene.
Tuvo otras ocupaciones durante su vida: fue ayudante de construcción, pintor, albañil, pelador de papas y empleado del departamento Vía y Obras del ferrocarril Mitre. Además de la ciudad Capital, durante un tiempo trabajó en Río Tercero.
A lo largo de muchos años lustró zapatos en el Ministerio de Desarrollo Social y lo hizo hasta antes de la pandemia. Antes del actual edificio de la Unicameral, también pulió calzados en el inmueble de la vieja Legislatura, ubicado en la zona peatonal.
Trabajando en estas instituciones públicas pudo conocer a exgobernadores cordobeses como Eduardo Angeloz, Ramón Bautista Mestre y José Manuel de la Sota.
Juan Carlos asegura que es “muy familiero”: le gusta pasar tiempo con su esposa Adriana del Valle Casas y sus hijos Andrea, Celeste, Camila y Leandro. Tiene seis nietos. Actualmente, vive en barrio José Ignacio Díaz 5ª Sección. Amante del fútbol e hincha de Talleres, cuenta que está jubilado “con la mínima”.
Oídos atentos
El histórico lustrador de la Legislatura provincial comenta que siempre está dispuesto a escuchar historias de sus clientes. “Hice muchos amigos con este oficio; soy casi como un psicólogo, acá la gente viene y charla conmigo”, resalta Juan Carlos.
El presente es complicado para este hombre. “Hoy lo malo es que los insumos están caros; es una situación difícil, la plata no alcanza, lo que gano apenas me alcanza para vivir”, expresa. Por este motivo, y para afrontar la coyuntura, también se dedica a limpiar camperas de cuero.
Recuerda que años atrás lustraba muchos más calzados de mujer que en la actualidad. “No sé por qué será, pero ahora los hombres vienen más que las mujeres”, plantea, aunque no pierde la esperanza de que esto se revierta.
Hombre de principios
Juan Carlos se considera un hombre “de principios”, porque así lo aprendió de sus padres. Remarca al respecto: “Hacer las cosas con respeto y honestidad es algo que llevo dentro mío desde siempre; soy honrado, respetuoso y recto”. Acto seguido, añade con seguridad: “Si te puedo dar una mano en algo, siempre lo voy a hacer”.
Admite que la edad y algunos problemas de salud le empezaron a jugar en contra en los últimos años. “A veces pienso en retirarme de la actividad porque ya se me complica; es mucho sacrificio, ando en colectivo, paso muchas horas trabajando y me canso más que antes”, reconoce.
No obstante, el tiempo que lleva en esta vida lo hizo fuerte y le enseñó a enfrentar cada embate que aparezca en el camino. “Pese a todo, seguiré trabajando en este oficio que tanto quiero hasta que Dios diga basta”, termina enfatizando el entrañable lustrador de la Unicameral.